En julio de 2011, el arquero Guillermo de Amores siguió desde el banquillo de suplentes a Uruguay en la final del Mundial Sub-17 de fútbol, sin imaginar que dos años más tarde iba a ser el titular del equipo Sub-20 y el mejor del Mundial de esa categoría.
Su equipo fue finalmente subcampeón en Turquía-2013 y en el camino a la final tuvo una grandísima parte de responsabilidad De Amores, que estuvo excepcional durante las tres semanas de competición, transmitiendo seguridad a su zaga y protagonizando paradas espectaculares, decisivas para llegar tan lejos.
Finalmente recibió tres tantos y el Grupo de Estudios Técnicos de la FIFA decidió concederle el Guante de Oro, el galardón que reconoce los méritos del arquero más destacado del torneo.
Después de aquella final del Sub-17 ante México (2-0), el equipo anfitrión, había sido curiosamente su compatriota Jonathan Mathias Cubero, el arquero entonces titular, el premiado con el Guante de Oro.
Ahora la situación se ha invertido y De Amores, con Cubero como suplente, ha conseguido la distinción y lo ha hecho por méritos propios.
«El premio da alegría, pero lo que importa es el equipo. La verdad es que si pudiera cambiaría mi premio por el título. Lo importante es que queríamos ser campeones y hemos quedado cerca, pero no ha podido ser», señaló este sábado a la AFP en el estadio Ali Sami Yen de Estambul.
Nacido hace casi 19 años en San Jacinto, su 1,86 metros y sus reflejos han hecho que destaque desde muy joven, hasta su debut en la élite a finales de 2011 con el Liverpool de su país en un partido ante Nacional.
El seleccionador Juan Verzeri percibió pronto la progresión de su joven arquero y lo elevó al rango de titular de su equipo, otorgándole la oportunidad de ser protagonista de un equipo que hace de la defensa y del bajo número de goles recibido una de sus principales armas.
Es uno de los líderes del vestuario y tiene una fuerte personalidad, como se requiere en un guardameta con la proyección que él tiene.
En la tanda de penales decisiva ante Irak en las semifinales, se acercó a Saif Salman antes de lanzamiento, para intimidarlo en un momento de máxima tensión, utilizando todas las armas psicológicas a su alcance en una situación de tanta importancia. El iraquí envió el balón alto y con él, a Uruguay a la final.
Contra los españoles, en los cuartos de final, también demostró una gran sangre fría y fue también decisivo para que Jesé Rodríguez, Paco Alcácer, Gerard Deulofeu y el resto de figuras de la Rojita no derribara a los uruguayos en un partido que parecía muy difícil para el equipo.
Como gran parte del equipo, fuera del campo es de las redes sociales, donde comparte momentos de su tiempo de ocio jugando a los bolos, con su novia Catherina o sus amigos, pero donde deja también muy clara su pasión por el fútbol y por la selección uruguaya, especialmente en esta aventura en Turquía.
«Vamos la banda!», es allí uno de sus gritos de guerra para sus compañeros antes de los partidos o de una cita importante con la Celeste.
Y con sus compañeros ha terminado con una medalla de plata colgada al cuello, pero también con un trofeo con forma de Guante dorado, tras un Mundial que será muy difícil de olvidar para él.
Por Diego REINARES