Cuentan sus familiares que desde el momento en que Nacional de Paraguay ganó el derecho de disputar la final de la Copa Bridgestone Libertadores de América don Ramón se mostró más inquieto que de costumbre: él quería ver el partido.
Cuentan sus familiares que desde el momento en que Nacional de Paraguay ganó el derecho de disputar la final de la Copa Bridgestone Libertadores de América don Ramón se mostró más inquieto que de costumbre y, claro, como lo conocen, todos entendieron el motivo: él quería estar en el partido, él quería estar en el defensores del Chaco en ese momento histórico del club en el que había jugado en las divisiones inferiores.
Y fue en esas divisiones inferiores que don Ramón tuvo como compañero nada menos que a quien, entre otras cosas, da nombre al estadio de Nacional: el gran Arsenio Erico, el extraordinario centro delantero que brillara en filas del Independiente de Avellaneda, club que le dedicó un sector de sus graderías, alguien de quien los paraguayos se enorgullecen y lo mencionan como el más grande futbolista de ese país. Y por si pudiera parecer una exageración o, en todo caso, algo apenas de alcance guaraní hubo alguien, un tal Alfredo Distéfano, ¿le suena el nombre? que no daba una sola nota o entrevista sin dejar en claro que “mi ídolo fue Arsenio Erico”. Don Alfredo lo recordaba con una admiración cercana a la veneración. “Lo que le vi hacer a Erico no se lo vi hacer a nadie”, contaba.
La familia comenzó, entonces, a ver la manera de llevarlo a don Ramón a la cancha, una tarea delicada porque, claro, el detalle es que el señor tiene nada menos que 103 años. Se lo decimos en letras para que vea que no hay error o se escapó una cifra: ciento tres. En lo que todos coincidían era que de una u otra forma había que hacer el operativo que, hay que decirlo, contaba como punto a favor con el excelente estado de salud física y mental del protagonista.
Y todo salió a pedir de boca. Por empezar, el clima ayudó con una noche fresca pero agradable. “Papá estaba como un chico que va a ir por primera vez a la cancha”, cuenta su hija Amelia. “Papá va a subir trotando las graderías”, nos decía Cecilio, otro hijo, a su vez gran figura del fútbol, integrante del Nacional y de Guaraní, en Paraguay, del Sao Paulo, del Boca Juniors.
No subió trotando, pero subió. Y a sus 103 se instaló en una silla del sector de Preferencias y desde allí agitó su bandera tricolor, vibró con la entrada de su equipo a la cancha, sufrió con el desarrollo del partido y el gol de San Lorenzo y gritó como un veinteañero el empate sobre la hora.
De regreso al hogar, cuando se reencontró con doña Odina, su joven esposa de 94 años, y con toda la familia rodeándolo dicen que en una mezcla de alegría y emoción volvió a agitar la bandera de su club y les dijo: “Lo vi a Nacional en la final de la Libertadores, ¿qué más puedo pedir? Ahora puedo morir feliz”.
¡A los 103 años! fue a la cancha a ver al club de sus amores en una final de Libertadores. Un canto de amor al fútbol, en general y a una camiseta, en particular. ¿qué duda cabe?.
En la figura de don Ramón Martínez y en las puertas de la definición de una edición más de la Copa Bridgestone Libertadores de América conmebol.com rinde un homenaje a los hinchas del Nacional y del San Lorenzo de Almagro y a todos los genuinos, a los auténticos, a los verdaderos hinchas de todo el mundo.
Robert Singer/conmebol.com
Foto: Néstor Soto